¿Qué culpa tienen los buitres?

Carlos MERENSON

 BUITRE

El País – Viñeta El Roto – 8 julio, 2014

¿El ser humano es el cáncer de la biosfera?

No. La economía capitalista –y particularmente el 

capitalismo financiarizado–es el cáncer de la biosfera”

Jorge Riechmann

  

Los buitres ocupan un nicho ecológico particularmente importante, son necrófagos y como tales no establecen con las otras especies una relación de explotación, como sí lo hacen los predadores. Los buitres – al alimentarse con los restos de individuos que han muerto – se benefician sin perjudicar a la especie de la cual se alimentan, a la par que cumplen una fundamental función ecológica, ya que al eliminar del ambiente la materia orgánica muerta y en descomposición evitan probables focos infecciosos.

Es por lo arriba señalado que al hablar de “fondos buitre” – una vez más – cometemos una verdadera injusticia al corporizar nuestras miserias en la figura de alguna noble especie animal. Pero el problema no se reduce a la señalada incongruencia, lo más grave es que quedándonos con la calificación de “buitres” pareciera que el problema se reduce al mal comportamiento de un minúsculo grupo de especuladores, sin advertir que ellos no son otra cosa que la lógica consecuencia de un sistema perverso y despiadado como lo es el capitalismo.

Un sistema que tal como lo propone Paco Puche[1] “…desde 1989, dejado a sus anchas…lo que ha demostrado es que: a.- es incompatible con la vida tal como la conocemos: su crecimiento exponencial (a interés compuesto) en un mundo limitado socava los fundamentos ecosistémicos en los que se sustenta la especie humana (efecto Tánatos); b.- exacerba las desigualdades de partida, condenando a la inmensa mayoría a la miseria material, cultural y moral (efecto Mateo); c.- es autodestructivo, porque se realimenta exponencialmente a sí mismo con la ponzoña del beneficio, hasta dosis mortales de necesidad (efecto escorpión suicida)”.

Este último efecto se ha potenciado en una etapa en la que el sistema se encuentra evolucionando hacia un límite interno donde la producción y la inversión en la producción van dejando de ser lo suficientemente rentables y la especulación financiera desenfrenada emerge entonces como única forma de seguir en una alocada carrera, un sistema preso de su propio impulso que marcha inexorablemente hacia su hundimiento. Como lo señala Gorz: ya no hay necesidad de una clase revolucionaria que derrote el capitalismo, él mismo cava su propia fosa y la de la civilización industrial en su conjunto.

Víctor Toledo advierte que: “Estamos en un fin de época entrando a la fase terminal de la civilización industrial… Dos fenómenos encabezaban esta crisis de civilización: el calentamiento global y el fin de la era del petróleo. Ahora debemos agregar la crisis provocada…por la voracidad insaciable del capital”

Es en este escenario en el que estalla la cuestión de los denominados holdouts, calificados como “buitres” por aquellos que imaginan que puede existir un capitalismo con rostro humano; los que suponen que el accionar de estos especuladores financieros no se corresponde con los principios y valores que guían al sistema capitalista. Nada más alejado de la realidad. La especulación es inherente al sistema capitalista. Una de las formas más claras de especulación emerge cuando las leyes del mercado persiguen maximizar el beneficio encontrando un punto de equilibrio óptimo entre la oferta y la demanda, y no en maximizar la oferta. Ello conduce directamente a producir menos para ganar más. De igual manera cuando se compran bonos o acciones con vistas a su posterior reventa y el motivo de tal acción es la expectativa de un cambio en los precios con respecto al precio dominante estamos ante una especulación financiera. Son todas formas y variantes de una regla del sistema: la especulación.

Frente a los hechos que nos toca vivir, el ecologismo condena todas y cada una de las conductas especulativas y plantea enfrentarlas asumiendo que no es inevitable el sistema capitalista y que lo inevitable, urgente y necesario es trabajar y luchar para salir de este sistema perverso que ha ingresado en una fase letal. Un sistema que – además de conducir ineluctablemente a una especulación financiera desenfrenada – condena a la miseria y al hambre a millones de personas, mientras destruye las bases eco-sistémicas que hacen posible la vida en el planeta.

[1] “El crepúsculo del capitalismo”

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