El lado oscuro del boom de los biocombustibles

Ing. Carlos Merenson

La quema de combustibles fósiles resulta responsable de la mayor parte de las emisiones antropógenas de gases de efecto invernadero (GEI´s) y en consecuencia, entre las estrategias para mitigar el cambio climático global, se destaca la opción de mitigación en el sector energético mediante acciones de reducción de emisiones, que incluyen:

  • la disminución del consumo para lograr un mismo resultado (uso racional de la energía),
  • el reemplazo de combustibles (de uno de mayor emisión de GEI´s a otro de menor emisión de GEI´s) y
  • la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes renovables de energía.

Dentro de la última opción mencionada, emerge la posibilidad de alcanzar importantes niveles de reducción de emisiones mediante la sustitución de combustibles fósiles por biocombustibles, entendiendo por tales, a aquellos que derivan de la biomasa, entre los que hoy se destacan:

  • el “bioetanol”, principalmente obtenido a partir de maíz, sorgo, caña de azúcar o remolacha y
  • el “biodiésel” que se fabrica a partir de aceites vegetales.

El Segundo Informe de Evaluación del IPCC expresa que: “en los casos en que la biomasa es utilizada para reemplazar combustibles fósiles en la generación de energía —y regenerada sosteniblemente— se evita la emisión neta de carbono, ya que el CO2 emitido al convertir la biomasa en energía es fijado nuevamente en la biomasa a través de la fotosíntesis.”[1]

Es por todo lo expresado que los biocombustibles constituyen una fuente de energía renovable con un inmenso potencial para alcanzar el objetivo establecido en el Convenio Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático: estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático.

Bajo este inmenso paraguas ambiental, incrementar el empleo de “biocombustibles”, resulta un hecho sumamente positivo; siempre y cuando, tal como lo advirtiera el IPCC, el desarrollo de la energía de biomasa se lleve a cabo de una manera que aborde efectivamente las preocupaciones acerca de otras cuestiones ambientales y la competencia con otros usos del suelo, caso contrario no podrá hacer importantes contribuciones en los mercados de la electricidad y los combustibles, como así tampoco podrá ofrecer perspectivas de aumento en el empleo e ingreso rural.

En la 12ª Reunión del Órgano Subsidiario de Asesoramiento Científico, Técnico y Tecnológico (SBSTTA) del Convenio sobre la Diversidad Biológica fueron consideradas algunas de las amenazas que la producción de Biocombustibles y su uso pueden llegar a entrañar para la diversidad biológica en todos sus niveles y para el bienestar humano, tales como, entre otras: la pérdida, fragmentación y degradación de valiosos hábitats como los bosques, prados, humedales y otros sumideros de carbono, incluidos sus componentes de diversidad biológica y la sus esenciales servicios ambientales; el aumento en las emisiones de gases efecto invernáculo debidos a tales cambios de uso del suelo; el aumentó del consumo de agua, el aumento en la aplicación de fertilizantes y pesticidas, con el consiguiente aumento en la polución del agua, los procesos de eutroficación y la degradación y erosión de los suelos; el cultivo desenfrenado de organismos genéticamente modificados y la introducción desenfrenada de especies exóticas invasoras.

En su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso en 2007, el presidente Bush presentó un plan que contempla para el 2017 alcanzar un aumento del 500 % en la cantidad de combustible alternativo que obligatoriamente se deberá agregar a la nafta, equivalente a 144.000 millones de litros. Entre tales combustibles alternativos y dadas las dificultades actuales de producir etanol celulósico a un costo competitivo, la mayor parte del combustible para satisfacer el objetivo de combustibles alternativos deberá provenir del grano, razón por la cual, el anuncio dio inicio a un verdadero “boom” de los biocombustibles. “Estados Unidos está a punto de acceder a tecnología que nos permita vivir sin ser tan dependientes del petróleo” afirmó Bush y agregó: “Y esta tecnología nos ayudará a ser mejores custodios del medio ambiente y nos ayudará a enfrentar el serio desafío del cambio climático mundial.”

Lo cierto es que la propuesta formulada por el Presidente Bush, lejos de obedecer a una cuestión ambiental, resulta consecuencia directa y exclusiva del alza en el precio del petróleo, motivada, a su vez, en su creciente agotamiento.

La paradoja planteada es que ésta política que persigue el objetivo de aumentar la producción de biocombustibles, en lugar de traer beneficios ambientales, económicos y sociales, solo logrará agudizar problemas como la deforestación y mas grave aún, agudizará el caos en la economía alimentaria del mundo y, consecuentemente, conducirá a una creciente inestabilidad política, particularmente la del mundo en desarrollo.

Si se analiza el mercado mundial, se puede constatar que en los últimos siete años, la cosecha mundial de granos no ha alcanzado a satisfacer la demanda para su empleo en la producción de alimentos. Así por ejemplo, en 2006, el déficit alcanzó los 73 millones de toneladas, equivalente a un 4%.

En tal escenario emerge una nueva fuente de demanda: la producción de etanol para combustible, que con su actual precio en EE.UU., que duplica su costo de producción, ha transformado la conversión de productos agrícolas en combustible para su empleo en automóviles en un negocio enormemente provechoso y ello se ha traducido en una desenfrenada construcción de destilerías de etanol en diferentes regiones agrícolas de los EE.UU.

Es así que entre octubre de 2005 y octubre de 2006; se inició la construcción de 54 nuevas destilerías de etanol en Estados Unidos, que entraran en producción antes de finales del 2007 y que en conjunto alcanzarán más de 15.000 millones de litros de capacidad anual de producción de etanol.

Frente a ello surge un interrogante: ¿cuánto necesitaremos aumentar la cosecha para evitar otra disminución del stock de granos?

Un cálculo conservador indica que se requerirá de 136 millones de toneladas adicionales de grano en la cosecha del 2007 para superar el déficit de producción del 2006, producir las toneladas adicionales para cubrir el crecimiento anual de la demanda para alimento y para proveer a las 54 nuevas destilerías en Estados Unidos.

En un mundo donde el crecimiento en la cosecha de grano ha promediado 20 millones de toneladas por año desde el 2000, las opciones para un salto tan enorme en la cosecha del año próximo no son buenas, incluso con el estímulo de los altos precios del grano.

Además y no poco importante: el sideral crecimiento requerido en la producción mundial se deberá concretar en una situación caracterizada por la cada vez más extendida escasez de agua para irrigación y la perspectiva de condiciones climáticas extremadamente desfavorables motivadas en las consecuencias del cambio climático global.

En tal escenario no hay que ser un experto para comprender que la competencia por grano definirá un marcado incremento en los precios de las cosechas, tanto a nivel local en EE.UU. como a nivel mundial.

Los precios del maíz ya han subido un tercio o más durante los últimos meses. En el mercado de futuros, el maíz se negocia en niveles máximos de los últimos diez años. Los precios del trigo y del arroz, vía sustitución seguirán la tendencia en alza de los precios del maíz.

Ello a priori parece una muy buena noticia, particularmente para quienes como Argentina, son fuertes productores y exportadores de grano.

Pero la alegría puede durar poco. La competencia que se establecerá entre los 800 millones de dueños de automóviles que desean mantener su movilidad y los 2.000 millones más pobres del mundo que desean simplemente sobrevivir obliga a incluir en el futuro escenario un clima de violencia e inestabilidad política: primero en los países de baja renta que importan su grano y luego, globalización mediante, terminará afectando el progreso de la económico mundial.

El esperado aumento de precios afectará no solo a los países donde el maíz es el alimento básico, como por ejemplo México, sino también a aquellos que lo consumen en forma indirecta y en enormes cantidades en la forma de carne, leche y huevos, tales como China, India y en el propio Estados Unidos, que en conjunto suman a un 40 por ciento de la población mundial.

En tiempos pasados, las alzas del precio de los alimentos generalmente se relacionaban con el tiempo meteorológico y eran siempre temporales. La situación actual es diferente. A medida que se construyen más y más destilerías de combustible de etanol, los precios del grano del mundo se incrementan hacia su valor equivalente de petróleo, en lo que parece ser el principio de una subida a largo plazo. Las economías del alimento y de la energía, históricamente separadas, se están combinando. En esta nueva economía, si el valor del combustible del grano excede su valor como nutriente, el mercado lo desplazará hacia la economía de la energía. A medida que aumente el precio del petróleo, también lo hará el precio del alimento.

Si los precios del grano suben a máximos absolutos, los conflictos por alimentos se generalizarán y la inestabilidad política en países de baja renta que importan su grano, tales como Indonesia, Nigeria, México y otros puede tornarse incontrolable y entre otras consecuencias puede llegar a interrumpir el progreso económico global.

Tengamos en cuenta que el grano que se necesita para llenar un tanque de 95 litros de etanol alimentaría a una persona durante un año entero. Se necesita, entonces, una estrategia para resolver el creciente conflicto entre alimento y combustible originado en la intención de transformar la panera del mundo en el tanque de nafta de los Estados Unidos.

Hay alternativas a la creación de una economía de combustible basada en las cosechas.

Así por ejemplo se podrían lograr resultados similares sin afectar a la seguridad alimentaria trabajando en la industria automotriz para:

  • Aumentar los estándares de eficiencia del combustible en por lo menos un 20%,
  • cambiar a coches híbridos gasolina-eléctricos,
  • utilizar el combustible de etanol para apoyar los precios del maíz y las rentas agrícolas pero no para interrumpir la economía alimentaria del mundo, y
  • desarrollar sistemas para producir etanol de fuentes celulósicas no utilizadas en alimentación.

El mundo necesita desesperadamente una estrategia para el creciente conflicto entre alimento y combustible.

Como principal productor y exportador de grano y productor principales de etanol, los Estados Unidos tienen la mayor responsabilidad y lo que suceda con la cosecha de grano de Estados Unidos afectará al mundo entero.

La opción es clara: un futuro en el que se extiende el hambre y la inestabilidad o un futuro con una drástica, pero sostenible, reducción de la dependencia del petróleo.

GRAFICO1Evolución de la producción mundial de etanol, desde 1975 a 2005, en millones de galones. Fuente: F.O. Licht y World Watch. Elaborado por: Earth Policy Institute.1 Galon = 4,546 litros

GEAFICO2

Evolución del maíz de Estados Unidos destinado a exportación (línea superior) y maíz destinado a destilación para la producción de etanol como combustible, desde 1980 a 2005, en millones de toneladas. Fuente: USDA (United States Department of Agriculture). Elaborado por: Earth Policy Institute.

GRAFICO3

Evolución del stock mundial de grano, desde 1960 a 2006, en millones de toneladas. Fuente: USDA (United States Department of Agriculture). Elaborado por: Earth Policy Institute.

GRAFICO4

Evolución del carryover mundial de grano según el stock mundial, desde 1960 a 2006, en días. Fuente: USDA (United States Department of Agriculture). Elaborado por: Earth Policy Institute.

GRAFICO5

Evolución del consumo y producción mundial de grano, desde 1960 a 2006, en millones de toneladas. Evolución de la producción representada por la línea no discontínua, evolución del consumo representado por la línea discontínua. Fuente: USDA (United States Department of Agriculture). Elaborado por: Earth Policy Institute.

[1] Ver: IPPC. 1995. Punto 4.1.3.2. Switching to nonfossil fuel sources of energy.

 

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