MASAS FORESTALES NATIVAS Y DEFORESTACIÓN

LA ARGENTINA DEFORESTADA

 

El origen etimológico de “forestal” lo encontramos en el termino latino “forasticus”. Asociado a lo exterior, a lo que se encontraba fuera en relación a los centros poblados, más allá de sus límites urbanos y los terrenos de cultivo que rodeaban a los mismos. Se refería a los terrenos que no eran cultivados, normalmente poblados por especies arbóreas o arbustivas. En su definición estricta, basada en su origen etimológico, lo forestal no cubría a las forestaciones. En el presente trabajo por “masa forestal nativa” se entenderá al conjunto de flora leñosa (árboles y arbustos) que, con la vegetación no leñosa y la fauna, constituye una unidad biótica para cuyo establecimiento no ha intervenido la mano del hombre.

A nivel internacional se ha afianzado, particularmente dentro del sistema de Naciones Unidas, una definición de deforestación que en sus diferentes variantes no ha quedado centrada en la problemática de las masas forestales nativas, tal como las hemos definido.

Es así que la deforestación, en la definición acordada por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) es “la conversión de bosques a otro uso de la tierra o la reducción a largo plazo de la cubierta forestal por debajo del 10%”[1]. Esta definición no permite considerar como “deforestadas” a aquellas áreas en las que sus masas forestales nativas resulten reemplazadas por plantaciones forestales.

Las forestaciones son “ecosistemas artificiales” o, como también han dado en llamarse, “ecosistemas productores especializados”. Las masas forestales nativas, genéricamente llamadas “bosques nativos”, a diferencia de los cultivos y al igual que el suelo y el agua, son sistemas vitales, con capacidad de autoconservación y autorregulación. Se trata de ecosistemas de máxima complejidad, en tanto son el fin último de la evolución vegetal, involucrando beneficios tangibles e intangibles indispensables para la continuidad de la vida sobre el planeta.

Si bien hasta cierto límite los factores de la producción pueden ser sustitutivos, como por ejemplo el capital y el trabajo, tal concepto, por lo expresado en el párrafo anterior, no resulta válido para el capital forestal natural (masas forestales nativas) que no puede ser sustituido por el capital forestal implantado (forestaciones).

Frecuentemente se excluye del cómputo de la deforestación aquellas áreas forestadas, pero tal como lo afirma Matti Palo:

“No existe racionalidad en tal comparación. La deforestación es un fenómeno extensivo, mientras que las forestaciones están altamente concentradas”. “Ocasionalmente se superponen territorialmente. La pérdida del hábitat de las poblaciones forestales, de la biodiversidad, de ecosistemas únicos, de suelos y agua, y de protección ambiental, no pueden ser compensados mediante plantaciones. Las plantaciones además acarrean riesgos ambientales tales como erosión y pérdida de fertilidad, así como también la vulnerabilidad propia de los monocultivos”[2].

Por otra parte, el límite cuantitativo establecido en la definición de la FAO, equivalente al 10% de cubierta forestal, resulta arbitrario y no valora el efecto degradatorio de nuestras acciones sobre las masas forestales nativas. Si se eliminara una cubierta forestal nativa, por ejemplo en un 85%, el bosque remanente no sería considerado como área deforestada, pese a la severa degradación que tal remoción puede significar, particularmente si las condiciones de regeneración natural, con ese nivel de cubierta remanente, se vieran prácticamente eliminadas.

En base a lo anterior definiremos deforestación como el proceso de origen antrópico que comprende la fragmentación, degradación o desaparición de las masas forestales nativas.

[1]                     FAO 1998. FRA 2000. Términos y Definiciones. Documento de Trabajo 1.

[2]                     “Deforestación: Perspectivas para los Trópicos”, Matti Palo. Instituto de Investigaciones Forestales de Finlandia.

 

LA ARGENTINA DEFORESTADA

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