Ecología política y (eco)socialismo

Fragmento de Ecología política: génesis, teoría y praxis de la ideología verde de Florent Marcellesi

Puesto que se ha profundizado poco en la ruptura entre ecologismo y socialismo —pero sí bastante en la incompatibilidad entre capitalismo y ecología—, nos adentraremos aquí en las relaciones ambiguas que mantienen ambas ideologías en el campo ideológico y político. Esto es especialmente necesario en España, dada la fuerte influencia del ecosocialismo, con aportaciones de gran calado, como las de Manuel Sacristán o Jorge Riechmann. A primera vista, el mapa ecologista parece asemejarse bastante a un encuentro de suma positiva entre dos mundos de trayectoria social e histórica a priori distinta. Sin embargo, por las razones esgrimidas más arriba, es preciso estudiar de forma más detenida —aunque no exhaustiva— las relaciones teóricas que mantienen ambas ideologías.

Por supuesto, como recuerda Dobson, la cuestión de si el socialismo y la ecología política son o no compatibles depende de una pregunta preliminar: ¿de qué clase de socialismo estamos hablando? (1997). De antemano descartaremos cualquier relación entre el marxismo ortodoxo y la ecología política. A lo largo de este estudio, hemos definido un ecologismo opuesto al colectivismo, a cualquier forma de violencia y de dictadura (del Estado, del «Partido», del proletariado, etc.), y, sobre todo, al productivismo, ya sea capitalista o socialista. Por estas razones Gorz apuesta en su libro Adiós al proletariado (Gorz y Gil, 1981) por una fuerte ruptura con este marxismo dominante. Pero, y sin renunciar nunca a su anticapitalismo, Gorz trata de superar el marxismo y profundizar en la relación entre la emancipación de los individuos y la crítica radical del productivismo y el consumismo. Afirma que hay que luchar «más allá del socialismo» y de la revolución industrial y manifiesta con claridad que el capitalismo puede vivir, sobrevivir y convivir con sus contradicciones. Además, dirige una dura crítica al culto primitivo del «proletariado mítico» (1981), así como a la glorificación del trabajo asalariado, cuando pregunta: ¿nos atreveremos a emprender el éxodo fuera de la sociedad del trabajo? (Gorz, 1997). Frente a la idea de que la lucha de la clase obrera —como núcleo del materialismo histórico—permitirá la emancipación de toda la sociedad, Lipietz constata que existe una diversidad profunda de situaciones, intereses y aspiraciones sociales que dificultan los enfoques marxistas de la «unidad popular» en torno al «proletario asalariado-obrero». Al contrario, llama a construir la ecología política a partir de una base social plural y que no deriva directamente de los intereses inmediatos, ni siquiera históricos, de unos u otros (2000c: 194). Por otro lado, el filósofo Viveret considera que el socialismo comparte con el liberalismo—a pesar de la violencia de sus conflictos sociales y políticos— una misma base cultural: para ambos lo esencial, la infraestructura, descansa en la economía que a través del llamado «trabajo productivo» es la base de cualquier riqueza posible. Las raíces del socialismo conllevan por tanto una incapacidad de pensar lo ecológico (al ser la naturaleza y los bienes abundantes puros factores de producción) y un determinismo antropológico donde el homo economicus desempeña un papel central en la Historia (Viveret, 2002).

Si no existe relación ideológica con el socialismo dominante, ¿qué relación existe entre ecologismo y ecosocialismo? Para ello, demos primero la palabra al primer manifiesto ecosocialista para contestar a la pregunta arriba planteada de Dobson «¿de qué socialismo estamos hablando?»:

Entendemos por socialismo no las expresiones particulares que le han dado los partidos que lo utilizan como referencia, sino ese vasto movimiento histórico que surgió hacia 1830 y cristalizó en varias corrientes antes de encarnarse primordialmente en la obra de Marx y en las elaboraciones que la desarrollaron, y que constituyó varias Internacionales. Todas estas manifestaciones fracasaron históricamente. (Antunes y otros, 1993: 57)

En otro manifiesto ecosocialista, Lowy y Kovel confirman este enfoque:

Vemos el ecosocialismo no como la negación sino como la realización de los socialismos de primera época del siglo XX, en el contexto de la crisis ecológica. (2002)

Como vemos, al inspirarse en filosofías como el socialismo descentralizador y no autoritario o el socialismo utópico, en Rosa Luxemburgo y en algunas corrientes anarquistas y libertarias, el ecosocialismo, al igual que la ecología política, se opone claramente al marxismo-leninismo y el estalinismo. Además, al rechazar tanto el productivismo capitalista como las «cadenas productivistas, patriarcales y estatalistas» de algunas formas de socialismo (Antunes y otros, 1993: 58) o «las estructuras productivistas de las variantes burocráticas del socialismo» (Lowy y Kovel, 2002), comparte también con la ecología política una crítica de los productivismos dominantes.

Por lo tanto, ¿qué diferencia ambas visiones del mundo? ¿Son ideologías distintas o pertenecen al mismo ideario? En el fondo, nos podríamos preguntar, como en el manifiesto de Lowy y Kovel: «¿Por qué el socialismo, por qué revivir esta palabra en apariencia destinada al basurero de la historia debido a los fracasos de sus interpretaciones en el siglo XX?». Mientras que para unos la ecología política incita a «considerar el movimiento por el socialismo de una manera más amplia, más abierta y […] más realista» (Antunes y otros, 1993: 58) y que para otros «la noción de socialismo sigue expresando la superación del capital» (Lowy y Kovel, 2002), Lipietz teoriza la necesaria evolución de «lo rojo a lo verde», llegando a utilizar el provocador término de «postsocialismo» para la ecología política (1999). En un polémico artículo sobre ecología política y el futuro del marxismo,[1] Lipietz (2000c) plantea que el marxismo está agotado como sistema de pensamiento práctico y como guía para la acción transformadora de la sociedad, en resumen, como paradigma. A pesar de compartir la visión materialista, dialéctica e historicista del marxismo, cree que la ecología política se opone a éste en el punto capital del «progreso de las fuerzas productivas». El paradigma verde no es un progresismo, ya que no concibe la Historia como la historia de un progreso, y el materialismo histórico y dialéctico verde no es teleológico y más bien pesimista (2000c: 183-184). Sobre todo el problema del marxismo reside en su programa y eje estructural basado en el papel central de la producción. La reducción de la historia natural del género humano a la actividad de transformación de la naturaleza por los productores consiste en la mayor contradicción respecto a la ecología política, lo que lleva a Lipietz a afirmar lo siguiente:

Marx ve la historia como una artificialización progresiva del mundo […]. Es totalmente partícipe de la ideología bíblico-cartesiana de la conquista de la Naturaleza. (Ibídem: 186-187

Ante las propuestas de ecomejoras del núcleo duro del marxismo, Lipietz propone por tanto una «sustitución radical de paradigma: reconstruir el materialismo en torno a otro tronco común [la ecología política], con elementos reciclados cogidos de las ruinas del antiguo paradigma marxista» (ibídem:188). Así, mientras que Lowy y Kovel opinan que, «por muy golpeado» que esté, el ideal socialista sigue pendiente de realización, autores como Lipietz nos incitan a preguntarnos si la idea de «socialismo» sigue siendo capaz tanto teórica como prácticamente de movilizar las conciencias y de ser la referencia utópica, incluso basándose en el «socialismo idealmente existente». El propio Marx escribía que nuestro modo de interpretación debe adaptarse al mundo social contemporáneo y, por lo tanto, debe cambiar con la Historia (1973). Dicho de otra manera, sin que se tenga que renunciar a algunos aspectos económicos y sociológicos desarrollados por Marx (fuente «inmortal», según Lipietz [2000c: 181]) y los socialistas minoritarios, la ecología política postula que existe la necesidad histórica de superar estos pensamientos teóricos y prácticos. Frente a la crisis ecológica y de civilización, se autodefine como la nueva matriz transformadora para que la especie humana se proteja de sí misma y sobreviva en condiciones decentes para todos hoy y mañana. Según Lipietz, se convierte así en la «nueva esperanza» para el siglo XXI, lo que conlleva asumir sin complejos la ecología política para referirse a la complejidad del mundo y a las nuevas fuerzas transformadoras (2002).

En este marco, puesto que es una crítica principalmente no marxista de una superideología productivista, planteo que la ecología política no es reductible o asimilable al ecosocialismo. Sin embargo, tampoco se trata de llegar al otro extremo y negar que la ecología política y el ecosocialismo comparten puntos de encuentro en torno a la crisis ecológica —la lectura del manifiesto ecosocialista de 1989 deja patente la amplitud de acuerdos—. Al contrario, considero que el ecosocialismo comparte suficientes fundamentos antiproductivistas con la ecología política para que, si se lleva a sus últimas consecuencias la crítica del marxismo, se aleje paulatinamente de su matriz socialista y se produzca un acercamiento cada vez mayor a la matriz ecologista. Las evoluciones recientes, vistas desde una perspectiva europea,[2] avalarían esta tesis: el ecosocialismo tiende a transformarse en una corriente interna del movimiento verde, donde representa una interpretación marxista, hoy en día minoritaria en Europa, de la ecología política. Aunque seguramente dará lugar a alguna que otra polémica, se constata en términos prácticos que en el seno del Partido Verde europeo la corriente ecosocialista convive de facto con las corrientes ecopacifistas, ecofeministas, ecologistas sociales, ecoliberales, medioambientalistas, etc., y todas parecen tener futuro conjunto bajo el paraguas del ecologismo en la política. En el plano teórico se puede explicar esta evolución por la conversión del eje productivista/antiproductivista en el eje estructurante y determinante donde el ecosocialismo y las demás corrientes tienden a tener más en común que el ecosocialismo y el socialismo productivista.

En el caso español, la hegemonía ecosocialista corresponde más bien a factores históricos y locales, como la llegada tardía de la democracia y el papel de los partidos comunistas en la lucha antifranquista y la transición, así como en la posterior estructuración de los movimientos transformadores. Estos factores desembocaron en una debilidad orgánica del movimiento verde —reforzada por las cuestiones nacionales, una fuerte división interna y la dificultad de representar la
correa de transmisión política del movimiento social ecologista—y en el desarrollo de una potente escuela ecosocialista.

Aunque la izquierda verde haya sido el modelo más desarrollado en España, considero que al entender y definir la ecología política como una ideología global es necesario profundizar la reflexión sobre un modelo de ecología política autónomo, que al mismo tiempo sea incluyente, aglutinador y permeable y se encuentre en interacción con otras experiencias y modelos cercanos. A la hora de una creciente glocalización y europeización de lo verde, cuya influencia es cada vez
mayor en nuestro propio tejido sociopolítico, la teorización del nuevo paradigma ecologista y su praxis política quedan todavía en gran parte por escribir.

[1] En castellano existe una presentación y crítica de este artículo de Lipietz (disponible en francés e inglés en la página web del economista, <http://lipietz.net/&gt;) realizada por Joaquín Valdivielso, «El ser natural humano. Ecologismo, marxismo y socialismo», en Ángel Valencia (coord.), La izquierda verde, Barcelona, Icaria, 2006. También existen respuestas a este artículo por parte de varios autores ecomarxistas y una réplica de Lipietz (disponible en inglés en <http://lipietz.net/&gt;).

[2] Iniciativa per Catalunya-Verds se ha convertido en miembro del Partido Verde europeo en el 2006 (Los Verdes del Estado español son miembros desde 1988), mientras que sus juventudes son miembro de pleno derecho de la Federación de Jóvenes Verdes europeos desde 1999. Mientras tanto, partidos verdes como el francés, incluso insistiendo en su apuesta por las izquierdas, acogen en su seno tanto a ex miembros del partido comunista, del PSU (Partido Socialista Unificado), etc., como a corrientes abiertamente liberales o más medioambientalistas.