LOS APORTES DE LA ECOLOGÍA PROFUNDA A LA ECOLOGÍA POLÍTICA

ECOPROF

 

Carlos Merenson

 

Nos proponemos aquí analizar los aportes del ecologismo profundo al ecologismo político de tal forma de identificar sus puntos de contacto y de marcar sus principales diferencias, con el objeto de – como lo propone Enrique Leff[1]profundizar en el territorio del pensamiento crítico y de la acción política que construye la ecología política y de situar este campo en la geografía del saber para delimitar sus espacios, fijar sus fronteras y colocar membranas permeables entre disciplinas adyacentes.

Este análisis nos puede ayudar para aclarar un error frecuente: confundir a la ecología profunda con la ecología política, cuando en realidad se trata de corrientes del pensamiento ambiental diferentes.

Con su cruzada contra el antropocentrismo en nombre de los derechos de la naturaleza, la ecología profunda ha sido una de las ecosofías que inspiraron el nacimiento de la ecología política en las décadas de los años 1960 y 1970.

Fue justamente el ecocentrismo sobre el que se edifica el que condujo a su designación al oponer la ecología profunda a la ecología superficial o ambientalista, fundada en el antropocentrismo. Este ecocentrismo radical que la caracteriza pretende descentrar al ser humano, cuestionar la ciencia mecanicista y sus consecuencias tecnológicas. El ecologismo profundo no acepta la idea de creer que el mundo fue hecho para los seres humanos y cuestiona el proyecto de opulencia material del post-industrialismo al que considera insostenible.

Cabe observar aquí que la ecología política, si bien se sitúa – al igual que la ecología profunda – dentro de la Tradición Arcadiana (no antropocentrista) a diferencia de esta última, no es una corriente de pensamiento ambiental ecocentrista. Para la ecología política el significado asignado a lo humano y lo no-humano, el grado de diferenciación entre ambos entes, las relaciones jerárquicas establecidas entre ellos y la forma en la que se percibe el Universo la llevaron a adoptar una postura científica y ético-filosófica diferente al ecocentrismo que considera que no existen diferencias entre ambos entes y que la naturaleza prevalece sobre lo humano. Aquí es donde la ecología política se diferencia de la ecología profunda al centrar su enfoque en la interdependencia entre lo humano y lo no-humano basada en el concepto de complejidad, desembocando en una postura ambiocentrista.

Lo anterior no impide a la ecología política nutrirse con valiosos enfoques filosóficos y éticos que emergen del ecologismo profundo.

Resultan en primer lugar inspiradores los planteos y cuestionamientos al humanismo moderno, a la civilización occidental capitalista y consumista que formulan los ecologistas profundos. Un ejemplo lo tenemos en el siguiente párrafo de Antoine Waechter:

ECOPROF4 WAECHTERLa palabra naturaleza ha sido expurgada de todos los discursos como si fuera indecente (…). El término medio ambiente se ha impuesto, aparentemente más creíble, para designar al agua y al aire, a las plantas y a los animales, a la ciudad y al pueblo. La elección no es neutra. Etimológicamente, las palabras medio ambiente designan a aquello que rodea, y en el contexto preciso, aquello que rodea la existencia humana. Esta visión antropocentrista es conforme al espíritu de nuestra civilización conquistadora, cuya única referencia es el hombre y cuya acción tiende toda al dominio total de la Tierra…

Tal como lo afirma Luc Ferry[2] para la Ecología Profunda, Occidente no es políticamente correcto. No sólo su fracaso está probado, sino que en su caída arrastra a los pueblos del tercer mundo, a las minorías étnicas y las fracciones dominadas, ya se trate de las mujeres o de los marginales de todo tipo. Sólo son aceptables el más acá o el más allá de este mundo. Los “ecólogos profundos”,  pasan sin solución de continuidad, de la crítica al antropocentrismo a la crítica a la sociedad, al sistema, el ataque frontal y sin concesiones al mundo occidental, y en consecuencia no dejan lugar para la reforma: para ellos solo cabe el cambio, la revolución.

Cabe señalar aquí que – pese a coincidir en la necesidad de salir del sistema – existe una importante diferencia en las formas propuestas para la salida: mientras la ecología profunda plantea salidas radicales del sistema, la ecología política plantea una estrategia de “reformismo radical” bien descripta por Alain Lipietz (2010) en su artículo El Reformismo Radical de la Ecología Política[3].

Otro valioso aporte de la ecología profunda es uno de sus principios básicos: el carácter sagrado de la vida universal que no se limita al de la vida humana, sino al de la ecósfera por entero. Se trata de un “igualitarismo biosférico”, inspirado en el Holismo, la tesis filosófica según la cual la totalidad es moralmente superior a los individuos, que obviamente se contrapone al individualismo propio de la modernidad occidental. El holismo conduce a un redescubrimiento de nuestros vínculos con la Tierra, a una espiritualidad que la ecología política valora en tanto considera improbable que pueda ocurrir una transición hacia una sociedad convivencial sin un cambio espiritual.

Ejemplo de esa postura lo encontramos en Aldo Leopold, quién en la década del año 1940 enseñaba a derribar los paradigmas reinantes con su propuesta: pensar como una montaña. Leopold señalaba que …la montaña ha vivido lo suficiente para oír con objetividad el aullido de un lobo… cuando aprendamos a oír el aullido del lobo con la sabiduría de una montaña, viviremos en armonía con la naturaleza.

En su ensayo Una Ética de la Tierra, se puede leer:

ECOPROF2 LEOPOLDCuando el divino Ulises volvió de las  guerras de Troya, mandó ahorcar a una docena de esclavas que pertenecían a su familia, porque sospechaba que se habían portado mal en su ausencia.   La cuestión de la pertinencia de la horca no se planteaba.   Estas jóvenes eran de su propiedad y la libre disposición de una propiedad era entonces, como ahora, una cuestión de conveniencia personal, no de bien y mal.  Y sin embargo, los conceptos de bien y mal no estaban de ningún modo ausentes en la Grecia de la Odisea…Todavía hoy, no existe una ética que se ocupe de la tierra así como de los animales y las plantas que crecen en ella.   La tierra, exactamente como las jóvenes esclavas de la Odisea, se considera todavía como una propiedad.   La relación con la tierra es todavía estrictamente económica: comprende privilegios, pero ninguna obligación.

Luc Ferry afirma que Leopold induce así a una interesante conclusión: después de haber rechazado la institución de la esclavitud es necesario dar un paso más; considerar a la naturaleza como dotada de un valor intrínseco que impone respeto, invitando en consecuencia a una verdadera “conversión”, a una verdadera “des-construcción” del chovinismo humano, de la concepción antropocentrista por la cual el universo resulta ser el teatro de las acciones del hombre, a manera de la periferia de un centro instaurado como único sujeto de valor y derecho.

Emerge aquí otro aporte de la ecología profunda a la visión que la ecología política tiene sobre la justicia y el Derecho. Stan Rowe en Crimes against the Ecosphere, plantea que el prejuicio antropocentrista (homocéntrico) tradicional, consiste en considerar al ambiente – como lo sugiere su etimología – como el simple contexto que rodea a las cosas de mayor valor -a saber, la gente y agrega que:

En ese sentido vulgar, el medio ambiente sólo es periférico y su concepto es intrínsecamente peyorativo. Es pues lógico, en esas condiciones, que la defensa del medio ambiente solamente sea concebida en términos de utilidad para los hombres. Es sólo un valor social y un derecho, no una cosa con un valor intrínseco. Mi argumentación consiste en demostrar que sólo la alternativa inversa -a saber, el reconocimiento del valor intrínseco del medio ambiente y, después, de sus propios derechos- proporciona una base innegable para protegerla contra los crímenes de degradación y de depredación…La Declaración francesa de los derechos del hombre y del ciudadano definió la libertad como el hecho de no ser limitado en ningún caso en su derecho de hacer lo que sea (al mundo natural, sin duda) mientras eso no interfiera con los derechos del otro. En la estela de ese sentimiento popular…George Grant definió al liberalismo como el conjunto de las creencias que proceden del Postulado central según el cual la esencia del hombre sería su libertad y su principal preocupación en la vida sería entonces forjar el mundo conforme a su voluntad. Aquí está el principio normativo en que se origina la destrucción masiva del medio ambiente, que ocurre dondequiera que la cultura occidental haga sentir su influencia – destrucción que sólo el reconocimiento de los derechos y del valor, intrínsecos de la naturaleza, puede contrarrestar.

Ferry menciona también que para los ideólogos de la Ecología Profunda, el antiguo “contrato social” de los pensadores políticos debe ceder su lugar a un “contrato natural” en el cual el universo entero se volvería sujeto de derecho: ya no es al hombre considerado como centro del mundo al que hay que proteger en primer término de sí mismo, sino al cosmos como tal al que hay que defender de los hombres. El ecosistema -la biósfera- aparece entonces investido de un valor intrínseco, por cierto muy superior al de esa especie, a fin de cuentas más bien dañina, que es la especie humana.

Michel Serres  lo plantea en Contrat Naturel de la siguiente forma:

ECOPROF7 SERRES¡Volvamos entonces a la naturaleza! Esto significa: al contrato exclusivamente social, añadir el otorgamiento de un contrato natural de simbiosis y de reciprocidad, en el que nuestra relación con las cosas le dejaría dominio y posesión a la audición admirativa..El derecho de dominio y de propiedad se reduce al parasitismo. Por el contrario, el derecho de simbiosis se define por reciprocidad: en la misma medida en que la naturaleza le da al hombre, éste debe darle a aquélla, convertida en sujeto de derecho.

En esta dirección, el ecologismo político plantea que la ley y el Derecho, en sus formas actuales y el proceso por el cual los hombres deciden sobre lo que se debe hacer está actualmente sometido a la superideología del productivismo y que la justicia ambiental no tiene que ver solo con la distribución justa de bienes y males ambientales entre la población humana, sino también entre ésta y el resto de los seres vivos con los que compartimos la biosfera, de allí que asuma a la justicia ambiental como justicia ecológica.

ECOPROF6 NAESS SESSIONSEn The Deep Ecological Movement, Some Philosophical Aspects, Arne Naess y George Sessions sostienen que el bienestar y el desarrollo de la vida humana y no-humana sobre la tierra son valores en si (sinónimos: valores intrínsecos, valores inherentes) y que esos valores son independientes de la utilidad del mundo no-humano para los fines del hombre. Ellos sostienen también que la riqueza y la diversidad de las formas de vida contribuyen a la realización de esos valores y son, en consecuencia, también valores en sí. Plantean que los humanos no tienen derecho a reducir esta riqueza y esta diversidad si no es para satisfacer necesidades vitales. Consideran que la intervención humana en el mundo no-humano es actualmente excesiva y que la situación se degrada rápidamente. En base a lo anterior proponen modificar las orientaciones políticas, de manera drástica sobre el plano de las estructuras económicas, tecnológicas e ideológicas lo cual dará como resultado profundas diferencias respecto del estado actual. Caracterizan el cambio ideológico en el hecho de valorar la calidad de la vida (de habitar en situaciones de valor intrínsecas) más que proponerse sin cesar un nivel de vida más elevado y finalmente formulan un llamamiento para que los que se suscriben estos puntos asuman su obligación – directa o indirecta – de trabajar para estos cambios necesarios.

Obviamente el ecologismo político se nutre de gran parte de esta visión ecológico profunda para avanzar en la definición de su propio campo. Analizar los puntos de convergencia y las diferencias resulta importante para intentar construir sobre las coincidencias un camino conjunto en la transición hacia una sociedad convivencial y sostenible.

[1]  LEFF, Enrique (2003), La Ecología Política en América Latina: un campo en construcción. Polis. Revista de la Universidad Bolivariana, v. 2, n. 5, p. 125-145.

[2] FERRY, Luc (1992), La Ecología Profunda. Ediciones Grasset N° 192. 31-43

[3] https://ecopolitica.org/el-reformismo-radical-de-la-ecologia-politica/

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