ANTECEDENTES TEMPRANOS DE DEFORESTACIÓN

santiago

Carlos MERENSON

LA ARGENTINA DEFORESTADA

Hasta la Revolución de Mayo, Buenos Aires era una ciudad marginal dentro del mundo colonial, con un claro objetivo militar: la defensa frente la amenaza inglesa o portuguesa y con un único rol económico: ser el puerto de salida de la plata del Alto Perú.

Considerando al Océano Pacífico como inexpugnable, la estrategia colonial española privilegiaba al Virreinato del Alto Perú centrando sus esfuerzos en clausurar las tres únicas vías de acceso desde el continente europeo, entre ellas, la que también era la más sencilla para llegar hasta Potosí: el Río de la Plata. En consecuencia, con el objetivo de frenar las apetencias de otras potencias extranjeras – Portugal, Holanda, Inglaterra y Francia – por tomar el control de tan importante vía de acceso, en 1776, España tomó la decisión de crear el Virreinato del Río de la Plata. Posteriormente, en 1794, creó el Consulado de Buenos Aires.

El arquitecto e investigador Carlos Moreno describe en su libro: “El hombre, el trabajo, los recursos” que en contraste con muchas culturas prehispanas, particularmente las culturas andinas, los Querandíes que habitaban en los territorios de la capital del Virreinato del Río de la Plata, ignoraban por completo la agricultura y la cría de animales, desarrollando una vida nómada razón por la cual no existían testimonios de una intensa interacción productiva con el medio natural.

Tal como lo relata Horacio Giberti en “El Desarrollo Agropecuario”: “…la llanura pampeana, donde hoy se asienta casi todo nuestro patrimonio económico, constituía poco menos que un desierto, de donde padecieron penurias de hambre y sed, casi todos los conquistadores que incursionaron por su suelo.”

Cuando estalla la Revolución de Mayo, gran parte del paisaje de lo que hoy es la provincia de Buenos Aires era dominado por pastizales, yeguarizos salvajes dejados por la expedición de Pedro de Mendoza o vacunos guampudos que se reproducían libremente después de la llegada de Juan de Garay. Poco o ningún testimonio de evolución productiva en relación a los recursos naturales, una agricultura inexistente y un ámbito rural que se orientaba a la ganadería en su forma más primitiva.

En tiempos de la Colonia y no obstante la ausencia de actividades productivas con significativo impacto sobre las masas forestales nativas existentes en el vasto territorio virreinal, la preocupación por la problemática vinculada a las mismas reconoce numerosos antecedentes, que han quedado registrados en la normativa dirigida a su uso. El Cabildo de Buenos Aires heredó un marco que se remontaba a 1496 con la Ley I que establecía la necesidad de conservación de los “montes y plantíos para el bien común de los pueblos” y la Ley II  (1518) referida a la formación de nuevos plantíos de montes y arboledas y de ordenanzas para conservar los viejos y los nuevos.

Con las denominadas “Leyes de Indias” se inició un proceso de transferencia de la legislación de España a los territorios coloniales[1] y el establecimiento de normas de particular aplicación en dichos territorios. Ejemplo de la legislación desarrollada en el periodo colonial son las Leyes VII (1533) por la cual se establecía que los montes y pastos de las tierra del señorío fueran también bienes comunes y la XII (1559) que establecía la obligación de efectuar las cortas para enmaderamiento en tiempos convenientes.

En forma particular, el Cabildo de Buenos Aires estableció normativa específica para los montes. Desde 1590 hasta 1810 se pueden encontrar 68 documentos sobre montes, incendios, jurisdicción, concesiones, impuestos y censos.

Resulta importante resaltar aquí la figura de Manuel Belgrano, que desempeñándose como Secretario del Consulado de Buenos Aires[2] entre 1794 y 1810, desarrolló una ardua tarea en pro de la liberalización del comercio rioplatense, que obviamente se caracterizaba por una férrea política proteccionista española. En ese marco, Belgrano también proponía el desarrollo agrícola en todo el Virreinato, pero particularmente en la región pampeana. Hasta esos días, la agricultura era una actividad común en muchas regiones del interior, fundamentalmente en Cuyo y el noroeste, pero resultaba irrelevante en la región pampeana que paradójicamente tenía las mejores condiciones para su desarrollo.

Mariano Moreno también destacaba a la agricultura como una actividad económica y por los valores sociales y morales que ella definía:

“[…] acostumbrado a que la tierra le rinda en proporción a la constancia y orden con que la cultiva, se hace por precisión justo y severo, y aborrece la arbitrariedad y el desorden. No así los comerciantes: estudiando sin cesar los medios de hacerse con dinero, y teniendo siempre a la vista sus intereses particulares, se habitúan a sufrirlo todo y a presenciar tranquilamente la opresión y tiranía del mundo entero, [en la medida en que] sus intereses se aumenten o no padezcan.”[3]

A partir de 1810, el nuevo eje de la economía se trasladó hacia la vinculación directa con el mercado mundial y la gran expansión ganadera bonaerense, definiendo en sus territorios los primeros escenarios de impacto significativo sobre las masas forestales nativas presentes en el inmenso “desierto pampeano”. Numerosos testimonios hablaban sobre su presencia, como por ejemplo, el establecimiento de la prohibición de corta de Algarrobos necesarios para el abrigo del ganado establecida en 1590[4] por el Cabildo de Buenos Aires o la exhortación de Manuel Belgrano en el Correo de Comercio en junio de 1810 referida a la tala indiscriminada de árboles[5].

La producción ganadera bonaerense, se consolidó económica y políticamente hacia mediados del siglo XIX, llegando incluso a una clara identificación con el poder dominante: el régimen de Juan Manuel de Rosas. Así por ejemplo, Domingo F. Sarmiento, integrante de la denominada “generación del 37”, en su libro “Facundo” induce a identificar estructuras fuertemente diferenciadas y polarizadas, unas identificadas con la “civilización”, entre las cuales se sitúa la agricultura y otras identificadas con la “barbarie”, entre las cuales se sitúa la ganadería extensiva, como sinónimo de la estancia rosista. Es de hacer notar que a diferencia de Moreno, Sarmiento lejos de contraponer la moral del agricultor con la del comerciante, sitúa también al comercio del lado de la civilización.

Su visión de la pampa, que extendía a toda la Argentina y que asimilaba con su estado de “barbarie”, quedó asociada con un único modo de producción en esas llanuras infinitas: la cría extensiva de ganado y con un único espacio de producción: la estancia pastoril, el latifundio; induciendo a la idea de terminar con estas formas arcaicas de producción y encaminar los pasos a la extensión de la agricultura como un necesario camino hacia la civilización.

La llanura pampeana encontraba su primera frontera forestal verdadera en la región del Espinal, una extensa región inmersa en la llanura chaco-pampeana, que se extendía como un gran arco entre los 28° y los 40° de latitud sur, envolviendo por el oeste al Pastizal Pampeano y abarcando el sur de la actual provincia de Corrientes, la mitad norte de la actual provincia de Entre Ríos, una faja central de lo que hoy son las provincias de Santa Fe y Córdoba, el centro y sur de la actual provincia de San Luis, la mitad este de la actual provincia de La Pampa y el sur de lo que hoy es la provincia de Buenos Aires.

El Espinal mostraba un paisaje predominante de llanura plana o suavemente ondulada, ocupada por masas forestales formadas por árboles y arbustos espinosos, entre los que se destacaban diferentes especies de Prosopis.

Este ecosistema, que separaba al Parque Chaqueño y al Monte, de la Llanura Pampeana, mostrando características de transición entre dichas formaciones, aun cuando había sido habitado durante 4 a 5 mil años por diferentes pueblos originarios pertenecientes a numerosas etnias[6], mostraba hacia 1810, escasos testimonios de impacto antrópico, siendo los principales disturbios los ocasionados por la utilización del fuego para las actividades de caza.

Una vez exterminados los vestigios leñosos de la Llanura Pampeana, el impulso productivo que emergió de la Revolución de Mayo, encontró en su camino al Espinal, adoptando desde el inicio una estrategia de talas de extinción. Esta primera colisión se registró en el centro y sur de los territorios que hoy ocupan las provincias de Santa Fe y Córdoba, siendo consecuencia directa del auge ganadero que a partir de mayo de 1810, primero en forma gradual y luego explosivamente, se daba en Buenos Aires, lo cual definió un desplazamiento de la insipiente agricultura hacia esos territorios.

Durante la década de 1820 encontramos antecedentes legales que indicaban cierta preocupación por el destino de las masas forestales nativas. Es así que en 1823 y para los denominados “bosques públicos” se fijaba un impuesto por extracción; equivalente a un décimo (moneda) por cada 5 plantas y un control de planes de extracción para darles permiso. Durante la presidencia de Bernardino Rivadavia se prohibía la tierra en enfiteusis donde hubiera bosques y en 1826 se establecía que el departamento topográfico debía confeccionar las reglas de uso de los bosques de propiedad pública.

Un antecedente temprano de intento de explotación forestal lo encontramos en 1825 cuando se celebró un tratado de paz entre el Gobierno de la Provincia de Corrientes y los caciques del Chaco, mediante el cual se reconocía a las tribus el dominio de las tierras que ocupaban en el Chaco y se permitía a los aborígenes comerciar sus productos libremente y éstos por su parte se comprometían a respetar a los blancos que pasasen al Chaco. Es entonces que se inició la explotación de los bosques en el norte de Santa Fe y sur del Chaco.

Otro antecedente fue la concesión que el gobierno de la Provincia de Salta otorgó a la Sociedad de Navegación del Río Bermejo fundada por uno de los muchos exploradores que visitaron la región[7], el francés Pablo Soria, que entre otras concesiones le otorgó el privilegio exclusivo para la extracción de maderas, riqueza básica que movía los emprendimientos en el Parque Chaqueño. Entre los fundamentos de la concesión otorgada a la Sociedad de Navegación creada por Pablo Soria, vale la pena transcribir el siguiente:

“… por tanto, atendiendo a la magnitud de las ventajas que debe proporcionar a la provincia de mi mando la realización de aquel proyecto, dando extracción a sus frutos, incrementando sus rentas y población, promoviendo la civilización de los bárbaros que habitan a las márgenes de dicho río (…) por el presente vengo a conceder y concedo al ciudadano Pablo Soria y demás individuos de la compañía mencionada, el privilegio exclusivo que solicitan para extraer maderas…”.

A partir de 1810 y hasta finales del siglo XIX, la inestabilidad política, que emergía de las guerras por la independencia y por la organización nacional, ocupó el escenario en un ambiente escasamente propicio para desarrollar frentes de producción que pudieran alcanzar escalas significativas, tanto en sus efectos socioeconómicos como en sus impactos ambientales.

Los primeros gobiernos patrios tuvieron que luchar, primero contra aquellas divisiones administrativas[8] que integraban el hasta entonces Virreinato del Río de la Plata, en tanto algunas habían decidido mantener su fidelidad a la monarquía española de Fernando VII y al Consejo de Regencia de Cádiz o se resistían a la autoridad del Gobierno de Buenos Aires y luego, debieron enfrentar las guerras por la independencia. Ello hizo que se vieran obligados a debilitar las defensas de los fortines en la región chaqueña, dejándola prácticamente desguarnecida; posibilitando así que tobas y mocovíes reanudaran sus asaltos para recuperar los territorios que habían abandonado durante el período colonial, en que fueron obligados a refugiarse en la espesura boscosa del chaco profundo.

NOTAS

[1]                     En 1530, la Ley II establece que se deben guardar las leyes de Castilla, en lo que no estuviere decidido por las de Indias.

[2]                     Refiriéndose a su prédica en pro de un desarrollo agrícola, en “Conceptos Económicos en los Escritos de Manuel Belgrano”, los Lic. Roberto Varo y Luis A. Coria citan párrafos tomados de las Memorias del Consulado de Buenos Aires que se atribuyen a su autoría y que resultan verdaderas exaltaciones sobre esta actividad: La agricultura: …es la madre fecunda que proporciona todas las materias primeras que dan movimiento a las artes y al comercio. La agricultura es el verdadero destino del hombre. En el principio de todos los pueblos del mundo, cada individuo cultivaba una porción de tierra, y aquellos han sido poderosos, sanos, ricos sabios y felices, mientras conservaron la noble simplicidad de costumbre que procede de una vida siempre ocupada, que en verdad preserva de todos los vicios y males… es sin contradicción el primer arte, el más útil, más extensivo y más esencial de todas las artes… si la riqueza de todos los hombres tiene origen en la de los hombres del campo, y si el aumento general de los bienes de la tierra hace a todos más ricos, es de interés del que quiere proporcionar la felicidad del país, que los misterios que lo facilitan se manifiesten a todas las gentes ocupadas en el cultivo de las tierras y que el defecto de la ignorancia tan fácil de corregir, no impida el adelantamiento de la riqueza”.  La tierra es la “madre fecunda”, mientras que la agricultura “es la única fuente absoluta e independiente de las riquezas.

[3]                     Mariano Moreno (1809): “Representación de los labradores y hacendados”.

[4]                     Cabildo del 2 de julio de 1590: En la çiudad de la Trenydad Puerto de Buenos Ayres en dos dias del mes de Julio de mil y quinientos y noventa años. Se juntaron a Cabildo como an de costumbre conviene a saber el Capitán Hernando de Mendoza tenyente de Gobernador y Justicia Mayor en esta çiudad por asistencia y Pedro de Izarra y Pedro Luys Alcaldes Ordinarios y de la Hermandad y Francisco de Areco Alguacil Mayor y Hernando de Montalvo Tesorero y Regidor y Francisco de Salas y Francisco Muñoz y Chrisptoval Nabarro y Juan Sanchez Pompas Regidores y estando juntos presento Mateo Sanches Procurador una petición que es esta: En dos de Julio de 1590 años Mateo Sanchez Procurador desta çiudad parezco ante Vuesas Mercedes y digo que en el exido desta çiudad hazia el Riachuelo de los navios ay algunos algarrobos chicos y los van cortando algunos vecinos desta çiudad y no los dexan criar y es en gran daño della porque es abrigo del ganado vacuno para el dia que lloviese se recoja alli y no vaya a hazer daño a las chacras del pueblo y asi Vuesas Mercedes deven mandar con pena que no se corten los dichos espinos ni otro monte si lo huviese por el abrigo que ay del ganado vacuno. A Vuesas mercedes pido y suplico manden con pena que no se corten los dichos espinos ny otro genero de monte por causa ques abrigo del ganado vacuno y en ello haran Vuesas Mercedes justicia la qual pido. Mateo Sanchez. E visto por sus Mercedes dixeron que ya ay sobre este caso proveydo por el General Juan de Garay fundador desta çiudad a lo cual se remiten y mandan se apregonen nuevamente porque venga a noticia de todos y lo firmaron de sus nombres. Hernando de Mendoça – Pedro de Içarra – Pedro Luys – Hernando de Montalvo – Francisco Areco – Francisco de Salas – Chrisptoval Navarro. Ante mi: Antón Garzia Caro, Escribano Público y Cabildo.

Otro si mando a todas las personas que tuvieran vacas que dentro de quince días aderecen sus corrales y pongan guardas en ellos de día y los encierren de noche con apercibimiento que les hago que ejecutaré en el trasgresor el bando que antes de agora he mandado hechar”. Bando de D. Juan de Garay de 1582, transcripto en Ruiz Guiñazú, “Garay, Fundador de Buenos Aires,

[5]                     Parecieron los bosques como el inmenso mar respecto de la corta población que teníamos …, y … causa el mayor sentimiento al observador, ver tantos árboles muertos … se presiente ya lo detestable que seremos a la generación venidera, si en tiempo no se ponen remedios activos para que los mismos propietarios no abusen de sus derechos pensando sólo en aprovecharse del producto presente … la declamación es contra la general propensión que existe para destruir y la ninguna idea para conservar, reedificar, o aumentar lo que tan prodigiosamente nos presenta la naturaleza.

[6]                     Pueblos nómades cazadores-recolectores: comechingones, tehuelches y araucanos (pampas y puelches)  Pueblos cazadores, recolectores y pescadores: charrúas, chanáes, mocoretáes, timbúes y guaraníes. De todos ellos, sólo los guaraníes practicaban una agricultura rudimentaria.

[7]                     Entre otros, los principales expedicionarios que recorrieron el Gran Chaco desde la revolución de mayo fueron: Manuel Rodríguez Margariños en 1843, Enrique W. Van Nivel en 1844, José Giannely en 1863,  Julio Creveaux en 1882, Luis Jorge Fontana en 1875, Arthur Tohuar en 1885, Graham Kerr, Leopoldo Arnaud, Amadeo J. Baldrich, Alcides D´Orbigny, Eduardo L. Holmberg, Enrique Lynch Arribálzaga, Víctor Martín De Moussy, Tomás Salvadori, Arnaldo de Winkelried Bertoni y Aimé Bompland.

[8]                     Provincias, intendencias, partidos, gobiernos político militares, tenencias de gobierno o comandancias político militares.

 

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