ILLICH

Ya son manifiestos los síntomas de una crisis planetaria progresivamente acelerada. Por todos lados se ha buscado el porqué. Anticipo, por mi parte, la siguiente explicación: la crisis se arraiga en el fracaso de la empresa moderna, a saber, la sustitución del hombre por la máquina. El gran proyecto se ha metamorfoseado en un implacable proceso de servidumbre para el productor, y de intoxicación para el consumidor. El señorío del hombre sobre la herramienta fue reemplazado por el señorío de la herramienta sobre el hombre. Es aquí donde es preciso saber reconocer el fracaso…Durante un siglo, la humanidad se entregó a una experiencia fundada en la siguiente hipótesis: la herramienta puede sustituir al esclavo. Ahora bien, se ha puesto de manifiesto que, aplicada a estos propósitos, es la herramienta la que hace al hombre su esclavo. El dogma del crecimiento acelerado justifica la sacralización de la productividad industrial, a costa de la convivencialidad. La desarraigada sociedad actual se nos presenta de pronto como un teatro de la peste, un espectáculo de sombras productoras de demandas y generadoras de escasez.

 

Una sociedad que define el bien como la satisfacción máxima, por el mayor consumo de bienes y servicios industriales, del mayor número de gente, mutila en forma intolerable la autonomía de la persona. Una solución política de repuesto a este utilitarismo definiría el bien por la capacidad de cada uno para moldear la imagen de su propio porvenir.

 illich2Iván ILLICH

Las propias instituciones políticas funcionan como mecanismos de presión y de represión, que doman al ciudadano y vuelven a domar al desviado para conformarlos a los objetivos de producción. El Derecho se subordina al bien de la institución. El consenso de la fe utilitaria degrada la justicia al simple rango de una distribución equitativa de los productos de la institución.
Una sociedad convivencial es la que ofrece al hombre la posibilidad de ejercer la acción más autónoma y más creativa, con ayuda de las herramientas menos controlables por los otros. La productividad se conjuga en términos de tener, la convivencialidad en términos de ser. En tanto que el incremento de la instrumentación, pasados los umbrales críticos, produce siempre más uniformación reglamentada, mayor dependencia, explotación e impotencia, el respeto a los límites garantizará un libre florecimiento de la autonomía y de la creatividad humanas. Más crecimiento conduce obligatoriamente al desastre, pero éste presenta un rostro doble. El suceso catastrófico puede ser el fin de la civilización política, o incluso de la especie `hombre’. Puede ser también la Gran Crisis, es decir, la oportunidad de una elección sin precedente. Previsible e inesperada, la catástrofe no será una crisis en el sentido propio de la palabra, a no ser que en el momento en que llegue, los prisioneros del progreso pidan escaparse del paraíso industrial, y que una puerta se abra en el recinto de la prisión dorada. Debemos reconocer que la esclavitud humana no fue abolida por la máquina, sino que solamente obtuvo un rostro nuevo, pues al trasponer un umbral, la herramienta se convierte de servidor en déspota…Llamo sociedad convivencial a aquella en que la herramienta moderna está al servicio de la persona integrada a la colectividad y no al servicio de un cuerpo de especialistas. Convivencial es la sociedad en la que el hombre controla la herramienta.

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