NUMINA DE INSOSTENIBILIDAD

consumismo1

Con numina (plural de numen) se designa a las deidades del paganismo que se encontraban dotadas de un poder misterioso y fascinador. Los sociólogos para referirse al poder mágico que hay en los objetos, especialmente cuando se refieren a ideas dentro de la tradición occidental, han utilizado frecuentemente el término numen, asimilándolo a tales deidades.

 

Carlos Merenson

En Tú puedes cambiar el mundo[1], Ervin Laszlo afirma que las creencias que dominan la mente del segmento dominante de la sociedad moderna son obsoletas y peligrosas. Nos dicen que toda nuestra responsabilidad consiste en satisfacer nuestras necesidades y las demandas de nuestra economía; que el resto de la gente no es asunto nuestro y que podemos hacer lo que nos plazca. Dichas creencias de la sociedad moderna, que Laszlo califica como “casi” letales son: la ilusión neolítica; el Darwinismo social; el fundamentalismo de mercado; el consumismo y el militarismo.

Estos cinco axiomas han definido valores, costumbres, leyes e instituciones que se han constituido en verdaderas amenazas para la integridad, productividad y capacidad de adaptación de los sistemas de apoyo para la vida, tanto naturales como sociales.

Veamos algunas de las características y orígenes de estas creencias transformadas en deidades, en Numina de insostenibilidad.

Primer numen de insostenibilidad:

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Es en el Neolítico en el que se registró el advenimiento de la agricultura, marcando un punto de inflexión en el desarrollo de la civilización y dando origen a una visión de la naturaleza, que comienza a ser conceptuada como inexhausta, como algo que no se agota ni se acaba, como “infinita”.

Esta “ilusión” surgida de la ignorancia, reforzada por la codicia y potenciada por el desarrollo tecnológico, nos ha conducido al agotamiento de lo ilusoriamente inagotable y a descubrir la finitud de lo supuestamente infinito.

La triple crisis: energética, climática y de la diversidad biológica es consecuencia directa de esta arraigada creencia.

El primer Numen de insostenibilidad es la “Ilusión neolítica” y para Laszlo, se trata de una creencia…prácticamente letal, ya que si persistimos en la idea de que la naturaleza es infinita e inagotable, acabaremos por conseguir que el planeta sea incapaz de cubrir las necesidades esenciales de la familia humana.

Una clara consecuencia de esta ilusión neolítica es la forma y el rumbo que ha adoptado la economía mundial que – como ingeniosamente lo propone Lester Brown[2] – tiene muchas de las características de un esquema de estafa piramidal también conocido como un esquema de Ponzi[3].

Brown señala que en la década de 1950, la economía mundial vivía más o menos dentro de sus medios, consumiendo sólo el rendimiento sostenible, el interés de los sistemas naturales que la sostenían. Pero fue entonces, cuando la economía se duplicó y se duplicó de nuevo y una vez más, multiplicándose por ocho, que comenzó a correr más rápido que los rendimientos sostenibles y a consumir la misma base de activos: el Capital Natural. De esta manera se crea una ilusión por la cual, la naturaleza nos proporciona una tasa muy atractiva de retorno, cuando en realidad estas ganancias irresistiblemente altas son en parte el resultado de consumir el capital natural.

Una economía basada en el esquema piramidal – predice Brown – durará el tiempo que tarde en agotarse el capital natural y cuando éste no sea suficiente para mantener las altas tasas de retorno inevitablemente colapsara.

La ilusión neolítica ha puesto a la economía global en curso de colisión mientras es impulsada por las fuerzas del mercado, los incentivos perversos y las medidas de progreso mal elegidas.

Segundo Numen de insostenibilidad

numen 2A fines del siglo XIX Herbert Spencer y William Summer extienden la teoría del naturalista inglés Charles Darwin sobre la evolución de las especies por medio de la selección natural a la evolución social de la humanidad, incorporando a nivel social el concepto de supremacía del más apto. Para Spencer las sociedades humanas eran verdaderos organismos y el tema general de su obra era entender éstos desde la ley general que rige el mundo orgánico.

La teoría de Darwin -obviamente – era una teoría estrictamente biológica propuesta para dar respuesta al significado de la multiplicidad y variabilidad de las especies orgánicas, pero su traslado al campo social inexorablemente condujo a la negación de la solidaridad dentro de la especie y la ayuda mutua (paradójicamente tan común en la naturaleza), estimulando la agresividad en la conducta del ser humano, transformándolo de hermano en enemigo y rival de sus semejantes.

Felipe González Vicen[4] afirma que:

La lucha por la existencia dentro de los cuerpos sociales pierde así el carácter de un puro enfrentamiento por la supervivencia física y se convierte en una pugna por la con quista de bienes acumulados en el grupo y de posiciones de poder. «En los animales la lucha por la existencia es una lucha por el mantenimiento de la especie por medió de la producción y reproducción orgánicas, mientras que en las sociedades humanas la lucha tiene lugar por la propiedad, el goce, la posición social, acciones morales e ideas (L. Woltmann, Politische Anthropologie (1905), en Darwinismus, página 138). Y no sólo esto. La lucha no se ventila por medios físicos o por la agresión directa, sino que discurre por lo que los darwinistas sociales norteamericanos llamaron folkways, los modos sociales integrados en el grupo (W. G. Sumner, Falkways, New Haven, 1947, págs. 4 ss), y en ella se utilizan ideas, emociones, instrumentos técnicos, y en general, productos sociales (L. Woltmann, Politische Anthropologie, pág, 138). La lucha física y orgánica se convierte así en un enfrentamiento entre construcciones sociales. Este es el sentido de todas nuestras instituciones, lo mismo la organización política, que la económica, el orden de la familia, el Derecho, . la moral, el desarrollo técnico: «servir de arma en la lucha social por lo existencia» (W. Schallmayer, Vererbung u. Auslese, pág. 110). Una lucha en la que triunfan necesariamente: aquellas organizaciones, aquellas instituciones de mayor potencia vital, es decir, más aptas para las condiciones de vida.

La naciente economía política proclamaba en los albores del siglo XIX la naturalidad de la economía capitalista y la libre competencia en el mercado como el sistema que mejor expresaba la naturaleza humana y el pensamiento de Spencer era solidario con estas posturas, planteando una no injerencia del Estado ante los problemas de la pobreza y ante las consecuencias genocidas y etnocidas de la expansión colonial, pues allí se libraría una lucha por la existencia en la que sólo perdurarían los pueblos y los sectores de la sociedad capaces por sí mismos de sobrevivir, los biológicamente superiores.

Se iba imponiendo una opinión en la cual: …los pobres eran pobres porque eran biológicamente inferiores, los negros eran esclavos como resultado de una selección natural que ya les había asignado un lugar adecuado para ellos (Van Den Berghe).

Ernst Heinrich Philipp August Haeckel en su obra Morfología General del Organismo (1869) mencionaba:

Entendemos por ecología el conjunto de conocimientos referentes a la economía de la naturaleza, la investigación de todas las relaciones del animal tanto con su medio inorgánico como orgánico, incluyendo sobre todo su relación amistosa y hostil con aquellos animales y plantas con los que se relaciona directa o indirectamente. En una palabra, la ecología es el estudio de todas las complejas interrelaciones a las que Darwin se refería como las condiciones de la lucha por la existencia.

Haeckel hizo del darwinismo una especie de filosofía religiosa natural, a la cual denominó “Monismo”, un término que pretendía contraponerse al “Dualismo” entre espíritu y materia. Para Haeckel, la vida y el pensamiento europeo se pervirtieron cuando la humanidad se separó de la naturaleza a través de la creencia en que los seres humanos eran cualitativamente diferentes de otras cosas naturales por tener un alma inmortal.

Como devoto panteísta, Haeckel estaba convencido de que el cristianismo había separado al pueblo alemán de su recta y precristiana adoración de la naturaleza, y de que debía volver a esas raíces precristianas. De este modo dio la voz al movimiento Völkisch alemán, posteriormente utilizado por Hitler, que aconsejaba a los alemanes volver a sus raíces raciales, a su idiosincrasia (Volk) histórica y natural, para de este modo deshacerse de las perversas influencias de la fe cristiana. Haeckel se convertiría en el hombre que, más que ningún otro, estableció el puente entre los argumentos de Darwin y las que más tarde serían las políticas raciales y eugenésicas del Tercer Reich.

Como vemos, la extensión de la teoría del naturalista inglés Charles Darwin a la evolución social de la humanidad condujo a los peores resultados.

El segundo Numen de insostenibilidad es el “Darwinismo Social” y como lo afirma Vicen esta ideología es una de las claves para el entendimiento del sustrato ideológico que sustenta y determina el acontecer político-social desde mediados del siglo XIX. Esta forma de pensar contribuyó a dar una autojustificación intelectual a lo que los europeos hicieron con el mundo natural, a cómo explotaron los recursos naturales del mundo y a cómo adaptaron a otras sociedades a sus propios fines.

Para Laszlo el Darwinismo Social es el inocente concepto de que la competencia desenfrenada es ley en la vida; tanto en la naturaleza como en la sociedad, competencia que elimina lo que no es adecuado y asegura la supervivencia de lo “adecuado”.

El tercer Numen de Insostenibilidad

NUMEN 3Adam Smith, considerado ahora como el fundador de la economía moderna sostenía que los individuos que actúan en su propio interés (como productores o consumidores) buscando mayor riqueza, pero regulados por la competencia entre ellos, producen el resultado más beneficioso para el conjunto de la sociedad y que a través de la inversión, la mayor productividad y la acumulación de riqueza individual la sociedad logra un proceso de continua mejora. Smith consideraba que fruto de la propensión a intercambiar – que es exclusiva del hombre – se crea riqueza y se genera y acumula capital conduciendo a la división del trabajo y que ésta junto con la empatía con el egoísmo del otro (“dame lo que necesito y tendrás lo que deseas”) son los que potencian el crecimiento económico clave del bienestar social.

En su Teoría de los Sentimientos Morales (1759), Smith se refiere a la capacidad autorreguladora del mercado con la metáfora de la “mano invisible” colocando los fundamentos ideológicos del “liberalismo clásico”.

Desde sus orígenes hasta nuestros días los Economistas han confiado en el mercado para guiar la toma de decisiones convencidos que solamente el mercado puede asignar los recursos con una eficacia que la planificación centralizada nunca puede igualar. Pero cuando la confianza se transforma en exigencia intransigente de sometimiento a la creencia de que el mercado es la respuesta a cualquiera que sea la pregunta o en la creencia en un “Modelo Económico Único” que puede y debe ser aplicado a toda circunstancia y a todo el mundo; es entonces que la ciencia deja su lugar al fundamentalismo.

Un claro ejemplo lo tenemos con la escuela económica austriaca, liderada por von Hayek y von Mises, conocida como “neoliberal”, que condujo a la adopción de una nueva lógica: la lógica del mercado. Esta lógica desencadena profundas transformaciones en las matrices culturales y políticas, motivando una reorganización economicista de la vida.

Bajo la perspectiva neoliberal el mercado es el escenario social perfecto en tanto su funcionamiento se base en la aceptación voluntaria de los individuos, a partir de sus intereses particulares, sin atender a los fines colectivos. Las interacciones sociales quedan así reducidas a relaciones de mercado y la sociedad deja de ser una categoría con características propias, reflejando en cambio un mero agregado de personas distintas, cada una atendiendo sus propios fines. Los derechos personales son reducidos a derechos del mercado, y la libertad es presentada como ausencia de coerción, y en especial restringida a la libertad de comprar y vender. Es en el mercado donde se realiza la libertad personal y para asegurar su correcto funcionamiento debe estar protegido de intervencionismos, y en especial, de los provenientes del Estado.

El tercer Numen de insostenibilidad es entonces el “Fundamentalismo de Mercado”.

Para Laszlo este fundamentalismo de mercado, inexorablemente lleva a la sobreexplotación de los recursos del planeta y a ensanchar la brecha entre ricos y pobres.

Cuarto Numen de insostenibilidad

NUMEN 4Durante la Segunda Revolución Industrial nace la línea de montaje, la producción en serie y el desarrollo de la industria pesada. Se instala en la sociedad el “consumo masivo”.  Consumo que poco a poco se transforma en una tendencia inmoderada de adquirir, gastar o consumir bienes, no siempre necesarios, originada en la inducida confusión entre “ser” y “tener” como idea de valor humano, que lleva a pensar que más vale quien más tiene; privilegiando el consumo y la posesión de bienes materiales.

Para contar con una breve y contundente definición de la superideología Productivista/Consumista lo recomendable es recurrir a la propuesta formulada en la década del año 1950 por el analista de mercado Víctor Lebow[5]:

Nuestra economía, enormemente productiva requiere que hagamos del consumo nuestra forma de vida, que convirtamos en rituales la compra y el uso de bienes, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, la satisfacción de nuestro ego, en el consumo. Necesitamos que las cosas se consuman-quemen-reemplacen-desechen a un ritmo cada vez más acelerado.

Las estrategias empleadas para alimentar este modelo son la obsolescencia programada, la obsolescencia percibida y el crédito.

El cuarto Numen de insostenibilidad es el “Consumismo”.

Laszlo sostiene que el consumismo equipara la importancia humana con el consumo y posesión de bienes materiales y afirma que no es sano ni sostenible y tampoco constituye una causa para admirar o emular.

Quinto numen de insostenibilidad

NUMEN 5El Darwinismo Social potenció una vieja ideología según la cual la fuerza militar es la fuente de toda seguridad, asumiendo que la «paz a través de la fuerza» es la mejor o única forma de conseguir la paz. Su política se resume en el aforismo latino: «Si vis pacem, para bellum“ – Si quieres la paz, prepárate para la guerra.

Pero el militarismo cobró durante el siglo XX un valor diferente. Ya no era la paz lo que – paradójicamente – se perseguía armándose, sino que lo que se perseguía era el crecimiento económico. La máxima expresión de este nuevo tipo de militarismo la encontramos en el Keynesianismo militar que emerge a mediados del siglo XX en EE.UU. y que – con el Presidente Dwight Eisenhower – da origen al complejo militar-industrial a partir de lo cual el empleo y el consumo interno en EE.UU. pasaron a depender fuertemente de la buena salud de este complejo, salud que – obviamente – dependía de la guerra. El “éxito” económico del modelo militarista quedó reflejado en los inimaginables montos anuales de los gastos militares, que en 2013, alcanzaron la suma de un billón setecientos cincuenta mil millones de dólares.

El quinto numen de insostenibilidad es el “Militarismo”.

CONCLUSIÓN

Podemos concluir entonces que son estas cinco creencias que dominan la mente del homo economicus del liberalismo las que lo empujan permanentemente a la codicia, irreflexión y competencia desenfrenada; a despreocuparse por lo que le ocurre a otros y a no perseguir ningún objetivo que no se pueda representar, directa o indirectamente, a través de la medida del dinero. Como lo propone Ramon Alcoberro[6] el homo economicus se ha transformado en un “idiota moral” y en un peligro para la economía real, e incluso para las reglas de imparcialidad que deben presidir la libre competencia en la teoría liberal.

Vale aquí la conclusión de Alcoberro al considerar que…el homo economicus debe ser evaluado como una hipótesis errónea: un ser unidimensional o, lo que es lo mismo, un “idiota moral” que nos conducirá directamente al “choque de civilizaciones”. Y suponiendo que no sea usted un fanático, un famélico o un farsante, no creo que le guste ver ese escenario de egoísmo elemental autodestructivo.

 

[1] You Can Change the World: The Global Citizen’s Handbook for Living on Planet Earth Hardcover – January 1, 2010 by Ervin Laszlo (Author), Mikhail Gorbachev (Introduction), Paulo Coelho (Afterword), Masami Saionji (Contributor)

[2] Brown, Lester (2009). Plan B 4.0 Mobilizing to Save Civilization. Earth Policiy Institute

[3] Ponzi aplicó un esquema de una operación fraudulenta de inversión, que implica el pago de prometedores o exagerados rendimientos. Esta estafa consiste en un proceso en el que las ganancias que obtienen los primeros inversionistas son generadas gracias al dinero aportado por nuevos inversores que caen engañados por las promesas de obtener grandes beneficios. El sistema sólo funciona si crece la cantidad de nuevas víctimas.

[4] González Vicen, Felipe. El Darwinismo Social: Espectro de una Ideología. La Laguna, 163-176.

[5] “The Real Meaning of Consumer Demand” 1955 Journal of Retailing

[6] Alcoberro, Ramon. ¿Homo economicus o idiota moral? En: http://www.alcoberro.info/V1/liberalisme5.htm

 

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