INTRODUCCIÓN

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Ing. Carlos Merenson

 

 

A la memoria de Jorge MENÉNDEZ

 

 

En tiempos de la Colonia, los bosques, selvas, parques, montes y arbustales se extendían generosamente sobre nuestro actual territorio, llegando a cubrir más del 50% del área continental.  El estado de conservación de los ecosistemas forestales es consecuencia de nuestras complejas interacciones con el ambiente. Estas interacciones, que registran numerosos antecedentes durante la colonización y aún antes, se acentuaron dramáticamente en los últimos doscientos años, particularmente durante dos períodos de nuestra historia. El primero de ellos entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, el segundo entre fin del siglo XX y hasta nuestros días.

De acuerdo a los datos finales del Primer Inventario Nacional de Bosques Nativos[2] basado en imágenes satelitales de 1997/98, Argentina mostraba una significativa reducción de su cobertura forestal en relación a su superficie continental, cayendo del arriba mencionado 50% a un 11,26%[3]. Este dato cobra relevancia, cuando consideramos que la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) define como “cubierta forestal reducida”, toda cubierta forestal inferior al 10% de la superficie continental de un país determinado. Con los datos correspondientes a 1997/98 y las diferentes evaluaciones de deforestación realizadas entre estos años y el presente[4], podemos afirmar que hemos alcanzado una cobertura que nos califica como “País con Cubierta Forestal Reducida” y, en consecuencia, también hemos llegado a un punto en el que ya no bastarán nuestras masas forestales nativas para garantizar la sostenibilidad de los componentes y procesos fundamentales imprescindibles para la supervivencia y el desarrollo, razón por la cual y en forma creciente, deberemos enfrentar graves consecuencias sociales, económicas y ecológicas. Consecuencias que se verán agravadas por las condiciones de aridez y semiaridez que predominan en el 76% de la superficie territorial de nuestro país.

La insuficiente protección de nuestras cuencas hidrográficas, la ocurrencia creciente de aluviones y torrentes, la disminución de nuestro potencial hidroenergético, la disminución en la disponibilidad de agua, la degradación de suelos por efectos de pérdida de fertilidad y erosión, la pérdida de diversidad biológica, la creciente escases de productos madereros y no madereros, la disminución del atractivo turístico y recreacional, el aumento de la pobreza en zonas rurales y vacíos territoriales originados en procesos de migración forzada, son solo algunos de los muchos e interrelacionados problemas que hoy enfrentamos y que se irán agudizando.

Con el objeto de desentrañar las múltiples y complejas causas que nos llevaron a dilapidar nuestra riqueza forestal nativa – hasta convertirnos en la Argentina deforestada del presente – se propone, a la luz de la evolución de las ideas, indicar el modo en que éstas fueron convalidando lo sucedido con nuestros bosques a partir de 1810. Para ello centraremos nuestra atención sobre las ideas que fundamentaron decisiones políticas con impacto directo sobre las masas forestales nativas. Antes de avanzar en esta dirección, propongamos algunas definiciones operativas para “masas forestales nativas” y “deforestación” que nos permitan dimensionar la deforestación acontecida y analizar brevemente el modelo causal de su degradación y pérdida.

[1]                     Miembro de Encuentro Verde. Académico de Número de la Academia Argentina de Ciencias del Ambiente. Ex Secretario de Ambiente de la Nación.

[2]                     Proyecto Bosques Nativos y Áreas Protegidas.

[3]                     Superficie Continental 279.181.000 ha y masas forestales nativas 31.443.873 ha.

[4]                     Dirección de Bosques – SAyDS.

* Se agradece la colaboración de Celina Montenegro, Julieta Bono, Jorge Bianchet, Carmen Goñi y Silvina Merenson.

 

LA ARGENTINA DEFORESTADA

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