DEJEMOS DE ENGAÑARNOS

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Jorge RIECHMANN

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La ideología de crecimiento económico y “progreso” que hoy prevalece promueve una creencia demencial: que podemos crecer indefinidamente dentro de la biosfera finita. (De forma más técnica, que el “transumo”, troughput o trasiego de energía y materiales a través de nuestros sistemas productivos puede crecer indefinidamente, siendo los límites biofísicos constantemente sobrepasados gracias a la tecnología y los mercados.)

A tanta voluntad de desconocimiento habrá que oponer alguna voluntad de verdad. Frente a semejante denegación de los problemas, tendremos que hallar las vías para ahondar en la necesaria “ilustración ecológica” (o más bien socioecológica). A los menos autoengañados nos corresponde hacer avanzar puntos de vista menos extravagantes, comenzando por lo más básico: los sistemas humanos no pueden crecer indefinidamente dentro de nuestra finita y vulnerable biosfera. Y siguiendo por otros asuntos donde tampoco deberíamos tolerar engaños ni autoengaños:

  • Las necesidades humanas básicas no son infinitas e ilimitadamente expansivas.
  • El “desarrollo” no nos conduce a un estado de riqueza y felicidad universal.
  • El medio ambiente no ha de pasar a formar parte de la economía, sino que la economía forma parte (desde siempre) del medio ambiente.
  • El crecimiento del PIB no se “desacopla” del uso de materiales y energía.
  • El crecimiento del PIB no significa aumento de la calidad de vida o del bienestar humano.
  • El crecimiento económico no mejora la distribución de la riqueza ni es la mejor manera de combatir la pobreza.
  • Más crecimiento económico no resuelve los problemas creados por el crecimiento económico.
  • La economía “postindustrial” o la “sociedad del conocimiento” no reduce globalmente las presiones sobre el medio ambiente.
  • Las “soluciones” tecnológicas a menudo crean problemas nuevos; algunos remedios son peores que la enfermedad.
  • Los mercados capitalistas no son capaces de asegurar sus propias condiciones –naturales y sociales— de reproducción.
  • Los precios de mercado (¡y eso cuando hay precios de mercado para bienes y servicios ambientales!) no reflejan la escasez a medio y largo plazo (¡y no digamos las “sorpresas” sistémicas cuando se sobrepasan umbrales biofísicos críticos!).
  • El capital manufacturado no sustituye al capital natural.
  • La tecnosfera humana no es independiente de la biosfera ni superior a ella.
  • No podemos ignorar el segundo principio de la termodinámica (ley de la entropía), las constricciones ecológicas ni la finitud humana, salvo al precio de dañarnos a nosotros mismos.

Quien fracasa tratando de conseguir un imposible es digno de lástima. Pero quien, a sabiendas de que algo es imposible, se engaña y engaña a los demás orientando los esfuerzos colectivos hacia ese imposible, ése es un sujeto peligroso a quien hay que apartar del puesto de mando. Quienes hoy siguen aturullándonos con el discurso de “conciliar el crecimiento económico con la protección del medio ambiente” (o al menos con la “reducción de emisiones de gases de efecto invernadero”) pertenecen a esta última categoría.

* El texto corresponde a: Riechmann, Jorge (2008). “Hemos de aprender a vivir de otra manera”. En: ISTAS, pp. 1 a 13.

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