LATOUCHE

 Decrecimiento es ante todo un eslogan político que apunta a romper la palabrería de los drogados del productivismo. La consigna de “decrecimiento” tiene sobre todo por objeto señalar fuertemente el abandono del objetivo del crecimiento ilimitado, objetivo cuyo motor no es otro que la búsqueda de la ganancia por los poseedores del capital y cuyas consecuencias son desastrosas para el ambiente. Y por lo tanto para la humanidad. Al comienzo, el decrecimiento es simplemente una bandera tras la cual se agrupan aquellos que procedieron a una crítica radical del desarrollo y quieren dibujar los contornos de un proyecto alternativo para una política del pos-desarrollo. Su objetivo es una sociedad en la que se viviría mejor trabajando y consumiendo menos. El proyecto del decrecimiento es una utopía en el sentido positivo del término, es decir, una fuente de esperanza y un sueño. Se trata de una proposición necesaria para volver a abrir el espacio de la inventiva y de la creatividad del imaginario bloqueado por el totalitarismo economicista, desarrollista, progresista. 
En total rigor, convendría hablar en el nivel teórico de “a-crecimiento”, como se habla de a-teísmo, más que de “decrecimiento”.  Serge LATOUCHE LATOUCHE4 El proyecto del decrecimiento es el de la construcción, tanto en el Norte como en el Sur, de sociedades convivenciales autónomas y mesuradas. No se inscribe en el espacio de la política politiquera, sino que apunta a devolver toda su dignidad a lo político. 
 La sociedad de crecimiento está basada sobre la multiplicación de lo ilimitado y lo ilimitado del producto significa la destrucción de los recursos naturales renovables y no renovables. La falta de límites del consumo significa crear necesidades cada vez más artificiales. Se debe salir de este camino para reencontrarse con el sentido de la medida y contraponerlo a esta desmesura de la riqueza. Es preciso huir de la sociedad de consumo, del capitalismo y de un paradigma todavía más viejo que el capitalismo: el de lo ilimitado. Todas las sociedades han intentado limitar la desmesura, controlarla, sin lograrlo pero lo han intentado mientras que la occidental es la única sociedad que alienta la desmesura. Esto requiere un cambio radical del imaginario. No es posible educar a un niño sin enseñarle el sentido del límite. La nuestra es la única sociedad donde nos han hecho creer que se puede hacer todo. El decrecimiento, al igual que promueve el reciclaje de desechos materiales, también debe interesarse por la rehabilitación de los excluídos. Y si el mejor reciclaje consiste en desechar menos, la mejor forma de rehabilitación social consiste en evitar la exclusión.

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